Poliamor

Poliamor y otros modelos sentimentales

“Me quiere, no me quiere, el otro me quiere, o no me quiere… ¿y la otra? ¿a dónde se dirige esta relación?”. Dicen que tres ya son multitud, pues cuatro ni os cuento. Ay sexys, que nos metemos en terreno fangoso, ¡pero no os preocupéis que he hecho los deberes!

Parece que cuando hablamos de poliamor estamos hablando de otra dimensión muy ajena al predominante modelo sentimental monógamo. Dejadme contaros que esto no es así, pero primero, vamos a ir paso a paso.

El poliamor es un modelo sentimental, sexoafectivo y/o amoroso, que involucra a más de dos personas, donde no hay por tanto una exclusividad sentimental y/o sexual como si existe en las relaciones monógamas tradicionales. Hasta aquí bien, ¿verdad? Pues ahora atarse los machos que vienen curvas.

Toda realidad se mueve en un contexto sociohistórico, político y circunstancial a groso modo. Por ello el poliamor como modelo, hace mucho ruido y no pasa de manera discreta como fenómeno social, sexual y setimental, sino que ponemos la lupa para saber más de él, o para juzgarlo, como hacemos con mayor o menos frecuencia con lo que desconocemos de manera consciente o inconsciente. Llevamos mucho tiempo (tanto que parece que siempre ha sido así) siguiendo un modelo de relación sentimental monógamo con unas características en concreto, que muy pocas veces ha sido cuestionado, y se ha seguido como la norma, como si en nuestra biología estuviese programada esta vinculación a otra persona y el matrimonio sea la cúspide a la que aspirar. Esta cultura monógama no siempre ha estado ahí, ya que con anterioridad se practicaban otros modelos de asociación, como los matrimonios grupales o las familias sindiásmicas (aunque bueno, escribiendo esto último me doy cuenta de que algunas características de organizaciones pasadas se siguen manteniendo, y si no, buscad esto último, veréis qué risa). Por ello, no pretendamos adentrarnos en el poliamor sin antes analizar de dónde partimos y qué deseamos con honestidad, que la liamos.

Ya sabemos la diferencia entre estos dos modelos. En uno hay exclusividad sentimental y sexual, mientras que en el otro no tiene por qué darse una de las dos o ambas. ¿Y qué pasa con las relaciones abiertas? ¿Hay normas en el poliamor o “todo el monte es orgasmo”?

Hablando con diferentes personas, cada una con su mochilita llena de vivencias y rasgos personales, he encontrado diversas formas de practicar el poliamor, pero todas coincidían en una cosa. No hay restricciones como tal ni impedimentos, sino pautas, guías y consideraciones. Digamos que no hay una postura restrictiva y se confía más en la responsabilidad de cada uno tras haber consensuado el cómo llevar la relación poliamorosa. Gran diferencia por parte de las relaciones abiertas, ya que en este caso siempre hay exclusividad sentimental pero no sexual, donde sí hay un carácter más cercano al principio de “ley y orden”. Por ejemplo, en una relación abierta, se puede poner como norma no darse los teléfonos, redes sociales, o contar (o no) a la otra parte de la pareja con quién o quienes se ha mantenido relaciones sexuales.

“¡Pues yo pensaba que el poliamor era tener más de una pareja y hacer vida normal juntos!”. Bueno, aquí vemos cómo extrapolamos rasgos del modelo monógamo al modelo poliamoroso y lo adaptamos al primero. Hay diferentes formas de practicar, de vivir, el poliamor. Así, nos encontramos con relaciones jerárquicas (donde una de las relaciones es la principal y por ende tiene privilegios con respecto a las otras, más en sentido social/material que afectivo), no jerárquicas, pasando por triejas (no confundir con triángulos amorosos, ya que en este caso todos los vértices interactúan con los restantes y no hay uno en común), hasta la anarquía relacional, donde a muchos ya nos colapsa la mente, ¡incluso a los que abordamos la sexualidad humana! En este último modelo relacional, no hay etiquetas. Cada uno mantiene las relaciones que desee, con quien o quienes desee, ya sean de carácter sentimental, amistoso o sexual, dándose casos de triángulos donde una persona sí mantiene relaciones sexuales con ambas, pero estas últimas no tengan ningún tipo de relación, y a su vez una de ellas tenga ya una familia con un modelo determinado, etc. Es complicado, hasta para las propias personas que practican estos modelos relacionales.

Por ello, no sólo hay clichés y estigma, sino que también hay un debate interno bastante fuerte. Uno muy clásico es el “¿se nace o se hace poliamoroso?”, que se traduce en si el poliamor es una cualidad o aptitud por parte de la persona o si por el contrario es un estilo de vida que se puede desarrollar. De hecho, un porcentaje de personas poliamorosas (o personas que practican el poliamor, que parece lo mismo, ¡pero no!) han planteado la posibilidad de que el poliamor sea una orientación sexoafectiva, vinculándola con la bisexualidad. Me es inevitable no pensar en la pansexualidad automáticamente cuando hablamos de todo esto, por su definición y su frase abanderada de “nos enamoramos de personas no de genitales”, y en el debate que hay entre la bisexualidad y pansexualidad. Todo muy queer, ¡pero no nos desviemos que bastante traca os he metido en este parrafazo! Ya os contaré más abajo mis perspectivas e ideaciones al respecto, porque conclusiones creo que no voy a tener, ¡por el momento!

Estos temas son complejos y como tal requieren de una postura comprensiva, de escucha activa y sin juzgar, con el objetivo de compartir y crecer. Por desgracia no siempre es así y las críticas destructivas, en la mayoría de ocasiones no solicitadas, aparecen rompiendo este “hakuna matata” del poliamor. Se tacha a las personas poliamorosas, o no monógamas en general aunque de formas específicas según qué modelo no monógamo sea (como la LGTBIfobia), de promiscuas, indecisas, inmaduras emocionalmente, mentirosas e infieles por naturaleza. Lo cual me lleva a plantear la fidelidad de una forma muy sencilla; si la fidelidad surge de romper con los términos de la conceptualización normativa de las parejas monógamas, y este modelo tiene raíces en ciertas ramas religiosas y culturales, ¿no sería entonces la fidelidad una cláusula dentro de un contrato redactado por dichas vertientes culturales? Entonces, ¿qué pinta la madre naturaleza en todo esto? ¡Dejad a la señora en paz, que ya sabéis lo que pasa si le tocamos las narices, lo tenemos muy reciente!

Es difícil salir de la norma ya que estamos muy mal acostumbrados (unos más que otros, desde luego) a “echar balones fuera” y prestar atención a todo lo diferente a nosotros y a todo lo que nos han enseñado o hemos aprendido de forma paralela que es lo correcto y que es el único sendero por donde podemos caminar. No hablo sólo de este tema, sino de todo en general. Si naces en una familia que espera de sus hijos ser deportistas de élite y sin embargo descubres tu pasión por el arte, esta pasión será puesta en tela de juicio, haciendo más difícil desarrollarte personalmente en aquello que amas. Si en una sociedad la norma es (aunque suene muy típico y estúpido a día de hoy) chicas pelo largo, y chicos pelo corto, quien haga lo contrario, que se prepare para las miradas indiscretas como mínimo. Pues imaginaros tener un modelo de vida tan opuesto a lo establecido. Recordemos que toda realidad se debe abordar en su contexto. Ya no es que puedas enamorarte de más personas, o que tengas diferentes parejas sexuales y obtengas por ambas partes rechazo, es que en la sociedad actual hay una serie de medidas económicas, procesos judiciales o fenómenos culturales que son incompatibles con el poliamor. Es un círculo vicioso. Quizás quieras casarte con dos personas a las que amas en tu relación no jerárquica pero en España al menos, esta opción no es posible. Y además, tu familia espere de ti el patrón “crece y vive según tu sexo biológico, busca pareja, trabajo, cásate, y ten niños”. Es como un bombardeo constante, como si no supieras por donde te vienen los tiros, ¡qué agotador!

Otro lastre para las personas poliamorosas es el mal, descarado, y machista uso que se le da al poliamor. A veces es inconsciente, seamos justos (recordemos la enorme carga que llevamos encima de años de aprendizaje).Pero hablemos del segundo, del de “by the face”, sería tal que así;

“No nena, yo soy un alma libre capaz de sentir por más de una mujer y resistirme a esta sociedad consumista, capitalista y retrógrada. No todo es sexo en esta vida superficial y vacía”. Desde luego, no todo es sexo. O al menos con la pobre e ingenua muchacha. Me imagino al susodicho, tras esa frase, pidiendo que le planche la camisa. Como podéis ver, esto es una propagación del modelo monógamo machista, ni poliamor, ni leches, es echarle mucho morro y ser un golfo 2.0. Ay, si La Vasallo me leyese, ¡estaría orgullosa de mí!

Sí sexys, como habéis podido comprobar, es todo un mundo esto del poliamor. Para no quedarnos con un sabor agridulce, aquí os dejo una serie de consideraciones con respecto al poliamor:

-Los experimentos se hacen con gaseosa. ¿Habéis escuchado esa expresión alguna vez? Lo que quiere decir es que, sería conveniente no arriesgar cosas muy valiosas si no tenemos mucha certeza del resultado, al ser algo nuevo para nosotros. Recordemos que somos personas, con nuestro trayecto personal, único y diferente, por lo que adentrarnos en una situación donde algo tan íntimo como nuestra afectividad y sentimientos se ven involucrados, hay que tantear el terreno antes. Tenemos la manía de “deconstruirnos” (también con nuestros modelos relacionales) a toda costa sin haber construido algo antes, ahí, a pelo, un bareback emocional en toda regla, y eso tampoco puede ser. Aunque también te digo, sólo se vive una vez

-Locus de Control Interno. En psicología, cuando hablamos del “lugar de control”, hablamos de dónde reside la capacidad de gestionar los acontecimientos. El típico saber qué está en mi mano y qué no, pero desarrollado. No podemos controlar lo ajeno a nosotros, los acontecimientos que se desarrollan al margen de nuestras acciones. Sin embargo, sí podemos controlar cómo interiorizamos dichos sucesos y cómo actuar ante ellos. El verdadero poder reside en saber qué podemos cambiar si no nos gusta, y lo que no podemos cambiar. En el primer caso, la autodeterminación es precursor del éxito. En el segundo, nos toca tolerar la frustración.

¿Practicáis el poliamor? ¿Os gustaría probar? ¿Creéis que vuestras relaciones sentimentales no han perdurado porque no estáis hechos para el modelo tradicional? ¡Escribidnos y contadnos vuestras experiencias y opiniones!

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